lunes, 29 de septiembre de 2014

Tu camino

Todos tenemos una misión en este mundo, todos venimos para aprender algo, toda la vida nos enseña algo. Todos queremos creer en algo, todos queremos que nuestra vida sea interesante, llena de experiencias. De todos modos a veces perdemos las señales que nos dan esa pista hacia la felicidad. Están escondidas durante épocas y a veces hay que descubrirlas o redescubrirlas como si de un juego se tratara. La vida es como el camino de santiago, hay etapas en las que caminas solo, hay etapas en las que si pedirlo caminas con gente que la vida te presenta y que está ahí para enseñarte algo. Luego vienen días de lluvia intensa. Pensabas que estarías preparado para la tormenta pero no es así. Nadie te dijo cómo sería ese día en el que se mojarían tus pies, tu cara, tu espalda. Sólo en el momento en el que lo sientas y experimentes en tí mismo te darás cuenta de cómo será la lluvia. También te tocó el calor que te hizo sudar mientras caminabas solo entre los trigales lentos y nadie te ofreció agua para beber pero aún y así tuviste que seguir avanzando hasta la siguiente fuente que más adelante te brindaría el camino. Porque siempre se llega a una fuente, más tarde o más temprano. Nunca nadie antes te explicó que también hay gente como tú que sufre y siente igual que tú y lo hace también en los días de lluvia y días de intenso sol. Son las mismas personas que te acompañan en tu camino. Gente con miedos como los tuyos que forjaron algún día por la culpa de haber vivido y amado, sólo eso. Tan débiles somos que, como niños, nos aferramos a esos miedos que nos impiden avanzar porque tenemos más miedo a una nueva oportunidad que quizás esconda la misma trampa o quizás no, que es cuestión de arriesgar. Gente que erra una y otra vez en la misma situación en distinto tiempo, lugar y escenario quizás por no ser capaz de ver más allá de su horizonte, un horizonte que le parece imposible alcanzar y que se queda en eso, horizonte. Siempre es el miedo o siempre es la falsa comodidad la que nos ata, la que nos pone peso en la mochila día tras día. Yo querría descargar esa mochila desde ahora porque veo cómo pasa la vida, para todos por igual, estamos encima de un tren que no sabemos ni dónde nos llevará ni hasta cuándo. Por esto es que quiero tener claro lo que no quiero para mí, para vivir con poco, con el justo equipaje, para no acumular cosas innecesarias que nos hagan distraernos de lo esencial. Después de todo lo vivido la vida te puede llevar a playas desiertas, puedes embarrancar en una de ellas arrastrado por las corrientes del mar cuando te sientes débil y con pocas fuerzas porque tu mochila está sobrecargada y ni siquiera podías con tu propio peso. Las flechas del camino siempre están visibles y hay que seguir los pasos del corazón. A veces hay cruces dolorosos, cruces de caminos que te hacen elegir y que finalmente te hacen descartar opciones. Caminos que nunca se pisarán. Con paso firme hay que seguir sin mirar atrás, esta es otra de las reglas del juego que hay que aceptar. Sólo cuando hayas sentido la lluvia, el calor, el frío, la soledad, la indiferencia, la amistad y también la compañía o todo aquello que en definitiva te haga sentir vivo, habrás completado tu camino. En Agés, 27 septiembre 2014

lunes, 1 de septiembre de 2014

Sueños efímeros

Acabo de pasar como suelo hacer cada año por estas fechas 3 magníficas semanas de vacaciones. A mi regreso, con la mente despejada, llego cargado de energía y de nuevos propósitos. Los días de vacaciones me sirven para pensar un poco sobre mi vida en general, qué es lo que me gustaría conseguir idealmente en relación a mi vida en general que sería tener más tiempo libre, menos agobios cotidianos, tener más experiencias que me enriquecieran como persona junto a otras personas... pero creo que al final todos y cada uno de nosotros estamos sumidos en nuestra realidad, supongo que no difiere mucho tu realidad de la de tu compañero de trabajo o la de tu vecino. Yo en general estoy contento con mi vida aunque a veces pienso que es una vida sumida en cierta comodidad por aquello del miedo que hace que siempre te muevas en tu zona de confort. El miedo creo que ha sido una constante en mi vida, quizás por mi educación, quizás por mi forma de ser o por una mezcla de ambas. Siempre me ha acabado venciendo esa frágil seguridad en la que vivimos, mejor un trabajito sencillo pero "seguro"... aunque muchas veces en esas vacaciones sueño con otros proyectos como montar un pequeño negocio en el que quizás pudiera ser más dueño de mi tiempo (o no, quizás sería más esclavo, no sé..), bueno, siempre pienso en aventuras empresariales que nunca logro emprender porque al final me vuelvo a subir en la rueda del hámster y sigo dándole bien fuerte para que no pare hasta el próximo descanso. No sé si tiene algo que ver mi inconformismo con una reivindicación interna, propia, sobre nuestra forma de vida: nos levantamos, vamos al trabajo, volvemos a casa, pagamos nuestros impuestos,... somos mentes no pensantes en un sistema perfectamente válido para los seres mansos que somos, mejor siempre dentro del rebaño. Aunque muchas veces confieso que me cuesta estar dentro del rebaño no por considerarme nadie especial sino por resignarme a trabajar hasta los 70 para acabar cobrando una triste pensión (si es que llegamos a tener los de mi quinta o los que vienen atrás) y poder disfrutar de 30 días de vacaciones al año. En fin, que al final soy un pensador pero nunca paso a la acción. Me quejo pero no consigo cambiar nada, la inercia, la falsa comodidad, el miedo (al fracaso?) y también por qué no decirlo el no tener una vocación definida que apuntase a un camino completamente claro y centrado en una determinada actividad, todo al final hace que sea más fácil seguir la senda... aunque sinceramente ya me gustaría a mí tener la oportunidad de tener otro tipo de vida. En fin, sueños efímeros, mañana emprendo mi segundo día de trabajo después de las vacaciones.

martes, 4 de febrero de 2014

Aquí y ahora, este instante

Conduzco mi coche, parado en un semáforo oigo la música, esa que tanto me gusta. Veo la gente caminar agetreada, ya cae el día y hay que ir a casa a hacer la cena. Aquí y ahora, este instante es el que cuenta. Nos solemos proyectar siempre hacia el futuro, no solemos prestar demasiada atención a lo que hacemos en el preciso instante. No saboreamos esas pequeñas cosas que tenemos aquí y ahora. El ritmo de los días no lo permite. Nos puede, nos supera. Hay días en los que pienso si el ritmo de vida que llevamos nos deja vivir. Deberíamos ser más conscientes del aquí y del ahora, de este instante que ya pasó y que no volverá.