jueves, 27 de octubre de 2011

“Sensatez crónica. Johnny, la gente está muy loca”

Mientras iba para el trabajo Mariano de la Cierva pensaba en su día a día. No estaba especialmente contento con su rutina diaria, sobre todo porque llevaba ya 23 años haciendo lo mismo. No eran 23 años de experiencia, era 1 año repetido 23 veces.
Se preguntaba si era feliz, su relación con su pareja tampoco era para tirar cohetes, un polvete semanal siempre en la misma postura, su hija ya de 18 años pasaba de él y de su madre, no tenía apenas amigos porque siempre había hecho vida familiar y su suegra estaba dando por el flending cada vez más fruto de su vejez.
Mariano de la Cierva era maquinista del tren de la L1 un trabajo nada apasionante si tienes en cuenta que vas bajo tierra. El tren es semi-automático, tiene un sistema que hace que la mano del conduntor está en un potenciómetro y hay que llevar pulsado un botón para asegurar que está el conductor controlando el ritmo.
Los espejos retrovisores se abren neumáticamente en cada parada y Mariano se paraba a pensar en las personas que entraban y salían cada día del vagón.
Aquella chica con minifalda, aquél anciano desarreglado, aquel inmigrante con el acordeón, aquel turista japonés cámara en mano, el segurata con el perro, el perro-flauta con el iPhone (porque sus padres son de Sant Cugat) y el ejecutivo triste que cree que por llevar corbata es más guai.
El estudiante con la carpeta de la UPC o de la UB, da igual, que se siente orgulloso de ser ya universitario, de ser guai también.
El metro se detiene en Hostafrancs y bajan los chicos guapos que viven en este barrio con su mercado, su Abacus, su Opencor y sus fiestas de finales de verano.
Mariano de la Cierva acaba el turno y se toma un cortado en el bar. Él vive en Hospitalet, justo en el barrio de la Torrassa. Aquí cada vez son más los inmigrantes que arman follón “que no sabe dónde se ha metío” pero le gusta el ambiente de barrio, ese barrio en el que muchos andaluces, como en otros barrios, llegaron por allí en los 60 cargados de ilusiones por formar una familia.
Mariano no tiene Facebook y tampoco Blackberry ni iphone ni ningún otro tipo de Smartphone de esos que te esclavizan a cada momento.
Tampoco tiene hipoteca porque ya la tiene pagada, gracias a sus tíos pudo acceder a una vivienda que le costó 360.000 pesetas de aquellas.
No hace vacaciones en Canadá por tres semanas porque su sueldo no le llega ni tiene esa intención de ser fashion, usa camisas del Carrefour.


Tampoco va a meet up’s ni conduce un Honda. No le hace falta, tiene un Seat Málaga de las olimpiadas y como apenas lo usa lo tiene aparcado en la calle en la zona verde, total paga 1 Euro a la semana.
Mariano se reúne con sus cuñados, hermanos de María, su mujer, de cuando en cuando, va a la Vía Julia, que es allí donde viven.
Van a compra un pollo allas’t los domingos y con 4 cervezas y una ensalada pasan un rato agradable. Luego juegan al cinquillo por la tarde del domingo y así la matan, entre todos.
A sus 54 años no tiene ya muchas ilusiones, la verdad. Quiere que su hija estudie pero la niña está por los chicos, a su edad, esos 18 y por ganar dinerillo para salir los fines de semana.
Ahora trabaja en el Pull&Bear doblando camisetas, se pasa el día doblando camisetas de la gente que va en manada al centro comercial Gran Vía 2 y lo dejan todo hecho una mierda. Todas menos la que se quedan, esa la tratan muy bien porque la pagarán y será suya. Y a la niña, esa que gana 576 € netos al mes, que le den.
María limpia escaleras a ratos, cuando le sale y cuando no le duelen los brazos. Va por ahí su buenhacer de boca en boca y mira, algún caprichito se da de cuando en cuando. Como tienen el piso pagado la verdad, aunque la vida que tienen es austera, van tirando.
Mariano de la Cierva piensa en jubilarse en TMB, entró con 31 años y allí sigue, en su metro. Piensa: que no me falle el trabajo que a mi edad será jodido perderlo.
Vidas grises pero vidas.
A qué distancia estamos nosotros de estas vidas. Somos jóvenes, tenemos ilusión, tenemos buenos amigos, buenas familias, a veces dificultades pero tenemos muchas muchas posibilidades de elegir. Vamos a cenar 2, 3 o hasta 4 veces fuera de casa por semana, en verano nos vamos de vacaciones, tenemos internet en el móvil y podemos ir a bailar al Hyde. Y a veces no somos felices. Tócate los cojones!
Tenemos formación, ganamos más de 1000 € al mes (o mucho más), somos libres porque podemos (hasta ahora) elegir qué hacer en nuestras vidas.
Amamos lo que nos dejan, a veces ni nos amamos a nosotros mismos con todo lo que somos y a veces nos dejan en la cuneta porque no cumplimos con las expectativas del otro ni el otro con las nuestras por puro egoísmo.
Yo pienso últimamente, “Johnny, la gente está muy loca” y pienso que es verdad.
Deberíamos estar agradecidos por todo lo que la vida nos ofrece porque muchas personas no tienen ni una décima parte de las posibilidades que nosotros tenemos.
Por eso os digo, amigos y amigas, den gracias por todo lo que tienen porque es mucho. Seguro que muchos de vosotros tenéis lo que llamo sensatez crónica. Si algún día me véis convertido en un insensato os autorizo a que me déis una ostia.

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