Quizás algún día aprenda que muchas veces todo aquello que nos hace sufrir, cabrearnos, en nuestro día a día, sea como aquella gota de agua que se evapora en el desierto.
Todo es tan efímero, relativo y provisional... y cuántas veces nos preocupamos por cosas que finalmente, de mejor o peor forma, se solucionan. Porque hay sólo dos cosas que no tienen remedio según la famosa película aquella de Joe Black: la muerte y los impuestos (si no recuerdo mal, si me equivoco espero que los lectores sepan perdonarme).
Vamos transitando por este mundo preocupándonos anticipadamente muchas veces de que ocurran las cosas cuando al final las cosas vienen como vienen y pasan como tienen que pasar, el azar, la suerte, la casualidad, el destino,... como uno quiera pensarlo, juega sus cartas.
Al final deberíamos ser más inteligentes y no ser tan cabezotas ni obstinados y dejar que las cosas fluyan por sí solas. Y seguir por la senda en este día a día que nos ha tocado vivir. No siempre las cosas son malas, a veces la vida te invita a una ronda... concede una tregua, como dice Ismael Serrano en una de sus canciones.
Si al final será verdad aquello que siempre se ha dicho que todo depende del cristal o el ángulo o la posición en que uno mira algo.
Me cuesta, me cuesta relativizar, a veces olvido lo realmente importante aunque por lo menos si hago esta reflexión será porque ya va siendo hora, quizás algún día pueda desprenderme de todos esos miedos que en el fondo son los que te hacen ir por debajo de los árboles en un frondoso bosque y te quitan la perspectiva que tendría un pájaro que lo sobrevolara.
Aprender, poco a poco, de lo que es importante realmente en la vida, la sencillez y tu propia persona, por encima de todo aquello que un día se quedará en este mundo cuando tú te vayas.
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