<< Somos como las sociedades anónimas. No nos sientan bien las pérdidas.
Las personas, grandes y pequeñas, no están preparadas para dejar nada de lo que tienen. Sólo sabemos afrontar las ganancias. Como la bolsa. Sólo nos favorecen y nos engrandecen las nuevas adquisiciones, humanas y no tan humanas.
Es el gran egoísmo de nuestro corazón. Se alimenta de todas las muestras de amor que le ofrecen, y suele devolverlas a sus anchas. Pero no sabe vivir solo con el pasado, necesita un presente y un futuro, que le asegure siempre su realimentación. Necesita siempre más, porque suele derrochar. Como los ricos.
Nadie ansía la pobreza de su espíritu. Nadie aspira a no amar a nadie. Pero cuántos corazones desvalidos vagan por el mundo… Están en bancarrota. Y ya no tienen nada para seguir comerciando amor.
Cuán difícil aprender a aceptar y a encajar las pérdidas, más difícil cuanto más ligadas directamente a nuestros beneficios emocionales. Aquí no hay banco ni gobierno que pueda rescatar nuestros corazones.
La crisis ha golpeado al mundo. La crisis financiera, económica y empresarial. Pero el mundo ya vivía con este balance desequilibrado. El mundo ya pertenecía a muchos corazones desesperados.
Hay que bajarse la esperanza, descargarse un montón de programas de nuevas razones para seguir viviendo. Y darle más subvenciones a los proyectos que reactiven tu amor. Invertir en esa materia prima, como recomiendan los gurús de la economía más avanzada del mundo. Esa materia prima siempre está ahí. Aunque a veces arroje pérdidas, y sobre todo en épocas de crisis, es un buen (valor) refugio.
Aunque hayan sufrido pérdidas, confíen en una nueva reinversión. >>
Totalmente de acuerdo con la última frase, después de una gran pérdida hay que confiar en una nueva reinversión. Las personas necesitamos querer y que nos quieran. Y eso constituye, en mi opinión, una apuesta. Eso es lo que precisamente hacen los inversores: invertir. Y toda inversión conlleva un riesgo que se debe correr: a veces se gana, a veces se pierde, pero siempre habrá valido la pena hacerla, en cualquiera de los casos.
Yo os animo a reinvertir en todo aquello que considerábais que estaba perdido: en vuestra fe por creer en las personas, en el amor. Yo estoy en ese camino. Me he caído pero me he vuelto a levantar. Y sigo con esa esperanza que mi hermana Sara comenta. Descargarse el programa de la esperanza en un día a día gris en el que los únicos que podemos darle un toque de color somos nosotros.
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