Hacerse mayor, después de todo lo vivido, no es ningún premio si no crees en un más allá, en una reencarnación de tu alma o en algo que dé sentido a este hecho.
Veo a mi padre hacerse mayor, perdiendo sus facultades físicas y quizás algunas mentales y eso me entristece mucho. Lo veo solo pues su situación es esta y muchos días pienso en que la soledad desgasta a uno cada día y quizás por esto también lo veo más envejecido.
El día a día que tenemos actualmente no deja espacios (o no los buscamos) para escuchar a aquellos que durante toda su vida han luchado y trabajado para que nosotros los hijos podamos tener la vida que ahora tenemos.
Egoísmo de los hijos o no, es la realidad.
Recuerdo a mi padre fuerte como un roble, él siempre tuvo un carácter fuerte y si veo en lo que se ha convertido ahora y en su decadencia a nivel de salud y estado físico me doy cuenta de que en la vida hay que aprovechar cada minuto porque, señoras y señores, el tiempo no perdona a nadie.
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